viernes, 9 de agosto de 2019

Ventana


Nos despedimos porque en realidad yo me puse cómoda muy pronto y no debía. 

Había sido tu invitación, sí, pero estuviste acostumbrado siempre a ver a los demás con una fecha de caducidad por delante. 

Te dejé enredarme, un día tras otro. Llegaste a mí con un manual bien estudiado para que no sobreviviera a tus palabras. 

No pasaron más de doce meses cuando te había entregado mi voluntad, aunque no estuviera firmada. Cuando te acordaste, me viste los números. Ya iba siendo hora de que te dejara libre. 

Quise regresar sobre mis pasos. Decirte: así no es. 

Pero vi que mi vida cupo en seis bolsas de basura. En esta ocasión fue lo contrario del dicho popular: dijiste que me llevara todo lo que fuera mío y lo único que quería que fuera mío eras tú.

Antes de esto  mantenía la esperanza de que quisieras detenerme. Y yo lo entendería como una oportunidad de hablar contigo muchas horas.

No sucedió.

Así que no puedo creer que este día lo haya empezado tan cerca  y no vaya a concluirlo en tu presencia. No puedo creer que fuera tan corto el último beso me diste cuando llegaste.

No puedo creer tampoco que ese abrazo inocente no haya encontrado respuesta, porque ya estabas soltándome la mano. No puedo creer que hayas decidido que así fuera el día que empezábamos a dejar de estar, a dar la vuelta en caminos opuestos.

Y estoy deseando que ya pase. Que cuando despierte, después de lo peor, hayan corrido ya tres meses o tres años. Y esté mejor sin ti o para siempre contigo.

Te amo, carajo.

No cambia nada porque deje de verte, porque cuando abra los ojos no te vea. 

¿Por qué no puedes amarme igual?


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario