Camino por el centro, saliendo del trabajo. Hace días que no llueve y el aire en general está hecho únicamente de exhalaciones. Voy respirando, por ahora, los dejos de cansancio y suspiros de las enamoradas que pasearon por aquí en la tarde, del cuello de uno o de otro.
No falta el vicio de los carros y camiones que pasan a los lados acabando a su paso con todo lo viviente. La ciudad huele a la vida y a los desechos, y a la comida hecha de aceite, y a los trabajadores sudando, y a los borrachos sentados en la banqueta, obstruyendo el paso, cerrados, ilimitados, pobladores momentáneos de un universo paralelo.
Me entra a los pulmones una gran mezcla de lociones y me parece ser, en resumen, la que usas tú. Qué excusa. Cualquier viento agradable te menciona, te saluda, me mantiene. Y sabes que esta es una noche cualquiera, como siempre.
Por eso ahora, que llego a cierto sitio (o a ninguno), recuerdo cuántas veces existí yo, aquí, contigo. Yo. Aquí. Contigo. Y luego voy a recordarte, allá, sin mí, sin dirección y con ninguna. Allá. Sin mí. Sin dirección. Y con ninguna.
Debería encontrar consuelo paso a paso, en estos edificios, en estas horas de sonámbulos y hologramas. Pero no lo he conseguido. Peor si sé que estás detrás de una de estas ventanas, que no muestran ni las luces encendidas.
Y esto duele. No sé si a ti te pasa, pero duele. Pesa mucho hoy, que no conozco el tiempo, no saber cuánto falta para volver a verte unos segundos y nada más. Me detiene esa cruda pero útil realidad de saber que estás aunque no estés conmigo, aunque no seas cercano, aunque no pienses en mí.
Puede ser que esté soñando. Que esté, de hecho, durmiendo en tus brazos y en medio de una pesadilla. O por lo contrario, que esté atrapada en un trozo de infinito, ya en el infierno, repitiendo en este purgatorio mi fracción más tormentosa.
Quizá a ello se deba la densidad, la pesadez, el ardor del exterior y el frío de dentro. Tal vez por eso no distingo muchos de estos rostros e igualmente se ven repetidos los mismos de siempre, también atascados.
Sólo puedo descubrirlo claramente si sucede, si me es concedido encontrarte aquí pronto. Si es que intercambiamos un instante de indiferencia, o de sonrisa, o de imposible.
Tienes que saber que todos los días y todas las noches te voy esperando de manera creciente. Tienes que saber que entre más lejano resulta, más emocionante se ofrece la oportunidad de regresar a aquella vida en la que fuimos.
Tú y yo. Nosotros fuimos. Estoy queriendo que seamos. Y probablemente no sea nunca.
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