Estoy esperando sentada. Un
cliché, casi un chiste. ¿Qué estoy esperando? Quería tanto verte como no
encontrarte. No estás. Me complace saberlo por cinco minutos.
Te entregué sin que supieras algo
que me prestaste y ya no te acordabas. Cada vez se va sabiendo menos de ti y de
mí en oraciones en común.
Si acaso llegamos a ser un rumor.
“¿Sabías que ellos dos? ¿Sabías que por ella?” Y ya no quiero. El trayecto al
baño para llorar un rato se vuelve cada vez más largo y menos oculto.
Jajajajaja.
Quién sabe qué pensarán los que
llegan a ver algo de esto. El otro día una de ellos me dijo que quiere que mi
vida mejore, que se arregle, mientras me daba un abrazo por mi cumpleaños. Ese
es un indicio.
Cuando me voy sintiendo fuerte te
obligas a venir a hablar conmigo de cosas que no importan. ¿Por qué haces esto?
¿Te das cuenta del impacto de
tener que aceptar que nunca me hayas amado? Es caerse del globo, obviamente. Es
que te corten las cuerdas, que te apaguen el fuego de un cubetazo, que te
despierten a golpes de un sueño bonito. Es el camino de los doce pasos para
rehabilitarse de ti.
Lo que espero es lograr que se me
suelten los recuerdos del cuerpo como hojas en otoño, quedarme sin nada para
cuando llegue el invierno, si no es que se resisten a tocar el suelo e irse con
el aire, si no es que aprenden a flotar.
Jajajajaja.
La semana pasada me fui a dormir y te repasé con la cabeza.
Supongo que sí soñé contigo.
Algo no funciona. Debería estar aún más enojada. Debería
sentirme hecha una reina, saber que no fue por mí. Pero no entiendo esta lección
vieja. No entiendo, como te dije, por qué debo seguir demostrando que puedo
volver a levantarme. No quiero hacerlo más.
Yo quería seguir aburriéndome cuando te quedaras dormido.
Quería irme contigo. Crecer. Que todos supieran. Estuvo cerca. Y ahora infinitamente
lejos.
Hoy, hoy…tal vez estés llevando a esa otra persona
(cualquiera de las muchas) a donde ya me habías llevado a mí. Literal y
metafóricamente. Tal vez aproveches este sol para las fotos, para el agua, para
resguardarse en tu casa.
Tal vez tenga algún
sentido lo contradictorio de tus actos. Quizá logre en una de estas mudanzas
entender cuál era tu plan con lo que hacías de mí.
Si puedes, dime. Si puedo, te odio.
¿Desde dónde te hablo? ¿Se puede distinguir entre la borrachera y la hipersensibilidad que queda después de que te partan la madre?
Te amo. Te odio.
Jajajajajaja.
Tú sabes quién eres.
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