Vivo para acariciar con la lengua tu nombre.
Para dejar correr, una a una,
las letras que te llaman con
cálidos gemidos.
Despierto mordiendo con los
labios
una voz creada para hablarte.
A ti y a nadie más.
A ti y a nada más.
Los pasos, los chasquidos,
las brasas, las sirenas, las
alarmas, el río de hambre,
los sueños de los días cantan
el
acorde agudo y rebosante
que compartes con millones.
Pero ese nombre es tuyo.
Pero
este gusto es mío.