lunes, 14 de agosto de 2017

Esquirlas Parte II (Sidegirl)

Estoy segura de que puedo reírme de todo esto y de todos nosotros. Estoy segura de que puede ayudarme, de hecho, a escribirte sin esta taquicardia que me golpea como si estuviera viéndote de frente.  


Tú nunca te enteraste, pero hace buen tiempo que vivo teniéndole miedo a mi reacción por si llegara a encontrarte. No sabes cuántas veces dije que si te veía en la calle, poco me iba a importar cualquier cosa. Yo iba derecho a descargar -físicamente, claro está- mi rabia sobre ti. 


No supiste tampoco de mis ataques de ansiedad, fuera de casa, caminando en cualquier parte, cuando veía a alguien que se te parecía, o algo me hacía recordarte con fuerza. 


Mi intención ahora mismo es platicarte, aún si no me escuchas, cuántas cosas pensé de ti últimamente, porque ya no quiero que sigas estando en mí, revolviéndome las vísceras, con la completa oportunidad de  burlarte abiertamente de esto que soy.


Nos cruzamos hace mucho, con tanto en común. Pudimos haber sido versiones de una sola persona, con los mismos gustos, la misma escuela, las mismas tragedias y hasta los mismos amigos. Sólo hasta después supe (por desgracia) que habíamos tenido el mismo amor.


Tú llegaste primero. Y he de decirte que yo creí (o me hicieron creer) que tu lazo con el hombre que amaba se reducía a la lástima, a que él veía en todas las mujeres la proclividad a ser salvadas. Como tú y yo. Que sólo eso te había visto.


Obviamente, esto no era del todo así. Siempre te encontraste cerca, en una esquina, atenta al movimiento de una mano, de una seña, de un par de palabras o de una sentencia que escuchaste con anterioridad, (de parte suya) cuando yo te reemplacé: 'vamos a estar bien'. 


Estoy consciente de que en este lapso has estado perdidamente enamorada (igual que yo), atada, añorando, esperando tu oportunidad de regresar. Te reconozco la perseverancia. Al menos (al menos, al menos) en eso no coincidimos. Puedes asegurar que yo no voy a volver en un año, como tú, ni en dos, ni nunca.


Repetimos papeles en la obra. Vuelves hoy a ser partícipe de esta carta del colgado, ya tan normal, y tengo que aceptar que no fue culpa tuya, que tú no estabas provocando (según yo), que sólo respondiste al llamado que hace meses esperabas. 


Puede ser que también te hayas preguntado antes por qué yo. Qué me podía ver alguien a mí, que estoy tan lejos del promedio. Qué tenía de bueno esa que anda con el paso torpe y encorvado, con lo mínimo para no ser confundida con un tipo, con una muralla gris al frente, tal vez avejentada por el aburrimiento y la tristeza.


No fuiste la única. Incluso yo misma no sabía entonces que tengo algo por lo que alguien pueda quererme, como para que me prefiera sobre ti y sobre todas. Aprovecho para pedirte que no le busques tanto. En un principio, mi sonrisa y mis ojos son más lindos que los tuyos. Jaja-já.


Pero ese no es el punto y no quiero que te sientas menos, que es evidente que no lo eres, que me llevas muchísima ventaja. Y además, te cumplieron. Están ustedes bien. Yo no. Estás bien acompañada. Yo no. Sin problemas para retomar las cosas donde las dejaron, para hacer lo que antes no hicieron. Yo no.


Debe darme gusto por los dos. deben tomarlo como una señal. La vida (o ustedes mismos, sin necesidad de padrinos) los ha vuelto a poner de frente. O de lado, durmiendo en el que alguna vez fue mi lugar. 


Lo mejor de esto es que tú puedes ser tú o puedes ser cualquier otra que haya estado antes de mí. Puedes ser cualquier sidegirl, cualquier nueva o no tanto. Ya no importa con quién hablo, sino cuánto perdono. 


Y yo ya quiero dejar de tenerte este odio que te tengo. Quiero que tú sí puedas  hacer feliz al hombre de mi vida, porque hace mucho le pedí se encargara de que mi relevo me superara sin problemas. Así que tienes que ser mejor, la más cándida de las mujeres, la del historial más corto, la de la perfección en persona.


No sé si darte consejos, porque no quiero arriesgarme a querer inducir a alguien que lo conoce más que yo. Pero trataré de ayudarte a no equivocarte con cosas sencillas. 


Toma en cuenta que no le gusta perder. No lo dejes solo, a menos que te lo pida. Entonces no insistas. Que no pueda dudar cuánto lo quieres, que no le falte nada que tú puedas darle. Hazlo reír, no lo presiones, no le impongas, no le pidas tanto, no lo comprometas, no lo orilles a mentirte. 


Escríbele cosas bonitas, ponle un sobrenombre, aprende a cocinar algo que le guste, decide pronto a dónde quieres que vayan cuando te invite a salir. No lo quieras despertar a deshoras, porque aunque no lo acepta, dormir es uno de sus pasatiempos favoritos. Llévate bien con su familia.


Pregúntale por sus proyectos y sus viajes pasados. Anímalo por sobre todas las cosas. Ten mucha paciencia y atención en el invierno, que no le gusta en lo absoluto. Te aconsejo que le preguntes qué cosas debes negarle y cuáles ofrecerle. 


Déjate guiar. No quieras enseñarle algo. Y por favor, mentalízate; vas a escuchar a cada momento que sólo uno de ustedes puede adaptarse, porque el otro ya no tiene remedio a estas alturas. Y sí, tú eres la elegida. 


Sólo me resta decirte que espero no volver a verte jamás. Y claro, que tampoco los vea juntos. Deseo que funcione, que me des motivos para alegrarme por los dos. Tienes en tus manos a la persona que más he amado. Por favor, no lo arruines. 


Espero también poder perdonarlos pronto, si no por ustedes, por mí. Sé que lo que yo piense no te hace falta, pero a mí sí me ha ido quitando la calma y la necesito de regreso para vivir sola. Lamento mucho haber querido tanto arrancarte la cabeza. Tú no te enteraste, pero a mí me costó mucho trabajo superarte.


Bueno. ¿Qué emocionante, no? Salirse del cajón de las sidegirls y ser cuarenta veces más de lo que eras. Definitivo,  me ganas en suerte. 




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