martes, 15 de agosto de 2017

Morir en el intento

Voy a tratar de olvidarte. Te lo prometo. 

Voy a tratar de olvidar cómo es eso de irse a dormir tomados de la mano, pactando sobre la sábana que ese es nuestro destino. 

Me voy a deshacer de los besos con nombres, de las mañanas de distancia, de todo lo que sé de ti, de las lágrimas que fueron abandonando mis ojos y que sostendrían la sed del jardín que quería que tuvieras en ese departamento rentado en el tercer piso, obviamente infertil.

No quedará una pista, una foto, una letra, ni un trozo de vidrio estrellado que te aluda.

Y como me he olvidado de otros y de tanto, también te he de olvidar. Y en unos meses y en unos años, no serás más relevante que una película que vi en la infancia, y costará trabajo volver a dar con tu cara y con el color de tus ojos.

Voy a tratar de olvidarme de seguir repitiendo las cosas que tal vez te enseñé, las que te hicieron reír, de la única vez que te hice llorar. 

Por más que me busquen entre la memoria no van a poder reconocerte, ni a las historias que me ibas contando, ni los boletos de nuestros viajes juntos, ni lo que fui haciendo en la vida pensando en dedicarte. No va a haber más. No más sobrenombres cariñosos, no más conflictitos, no más complacencias, no más consejos, no más amor, no más amor, no más amor.

Y sabes muy bien que, como nunca seremos amigos, más fácil será despertar a diario con la tranquilidad de no volver a hablarnos. Olvídate tú también de esa noche en la que te confesé que haber estado sin ti fue lo más difícil que había hecho hasta mis ralos veintitantos. 

Voy a tratar de olvidar para no revivir el sufrimiento. Ya fue suficiente. A veces nos duele más por pensar en ello que por lo sucedido. ¿Cómo era eso? Somos el resultado de la historia que nos decimos todos los días.

Me estaré liberando de la música que escuchas. Al fin libre de esos 'clásicos' sosos y adolescentes que lo único que me hacen sentir es angustia. 

No me va a hacer falta hacer todo contigo. Ya no va a ser problema irme a la cama sin ti, ni despertar sin ti, ni comer, ni caminar, ni respirar, ni ver que llegan los viernes sin ti. 

Se acabó la responsabilidad de pensar en la comida, en los pagos, en ocupar un espacio diminuto. 

No queda nada. Todo se acaba cuando llega la hora de apagar la luz y ahí se va quedando. Lo que pasó ayer, lo que pasó con este día que concluye, jamás va a regresar. Te irás desvaneciendo en mi mente, junto con tu loción de insecticida, tus ronquidos, tu peinado y genio. Te irás diluyendo como el amor de mi vida, como mi hombre favorito, como mi único sol.

Y aquí me quedo yo también, a tratar por enésima vez de olvidarte. Aunque me vuelva a fallar en un principio, aunque no sepa qué abandonar primero. Aunque siga queriendo saber cómo estás. Aunque me muera en el intento. 




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