¿Por qué no te he encontrado todavía?
Me despierto a horas muy distintas de
la mañana, acelero o alargo la rutina para adaptarme a tu minutero. Aplazo el
desayuno y los arreglos femeninos para conseguir un
encuentro –supuestamente accidental de mi parte- contigo.
Estoy pendiente siempre de cada
número, paso, puerta, escalón y avenida que cruzo en mi trayecto. Trabajo
algunas horas, a todo instante contigo en la mente. A veces siete, a veces ocho
y algunas otras menos; con ‘suerte’ llega la hora de salida y para mí han
pasado apenas unos diez minutos.
¿Y qué me ata, a qué se debe esta
inexactitud universal? ¿Por qué no te he visto, de la casa al trabajo, del
trabajo a la casa, de cualquier punto de esta ciudad hasta donde no haya más
horizonte conocido por mis ojos?
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