miércoles, 25 de enero de 2017

Los nacidos en martes


























Una vez, cuando era niña, leí en un libro esotérico que los bebés nacidos en martes corrían el peligro de morir de manera violenta pasados los años.


No recuerdo cómo logré en ese entonces el cálculo, pero efectivamente, ese era mi caso y más que preocupación, el dato me producía curiosidad. ¿De cuántas maneras podía dejar el mundo? ¿Cómo podría hacerse una ceremonia religiosa con lo que quedara de mi cuerpo? ¿Me vería muy diferente con la palidez de un desangramiento, por ejemplo?


Puede ser que  tuviera tantas dudas porque crecí sin presenciar un solo velorio, por decisión de mis padres. Claro está que aquella era una fascinación mórbida, aunque como casi cualquier cosa que sea leída en la literatura de tal naturaleza, dejé de tomarlo en serio.  


La realidad me alcanzó hasta los veinte, cuando me vi obligada a hacer el recuento e inventario de todas las muertes que tuve en ese lapso. Estaba en la universidad cuando  entendí las historias de la vida cíclica y de las vivencias circulares, que están muy lejos de ser lo mismo.


Me dijo una maestra que si alguien no logra establecerse como persona, sin guía y por las buenas, el destino le hará pasar por cosas ‘bien duras’ para volver a tomar dirección. Eso es morir  y renacer. Si es que nos ocurren situaciones que interpretamos como malas y no logramos visualizar lo positivo de ellas, nada más sufrimos ‘gratis’.


Una de mis partes favoritas consiste en reconocer que si no lo aprendimos a la primera, la vivencia circular va a regresar a ‘golpearte’ cuantas ocasiones sean necesarias para que al fin suceda.


Tenemos entonces que yo he muerto muchas veces, obviamente, de manera violenta. Como muchos más, me he encontrado al fondo de todo, me he perdido en medio del mapa, me he soltado de las primeras manos que tomaron la mía, me he aferrado a las que me golpeaban. Lloré cuanto pude y escondí lo mismo.


Es igual que andar en bicicleta y tambalearse. Igual que  andar sin ayuda, sentirse libre, mirar a todos lados. Igual es caer. Caer y que te ayuden. Caer y que nadie te vea. Al menos a mí, la vida me enseñó temprano a meter las manos antes.


Abrazarnos con tanta fuerza de lo que no puede ser eterno, y buscar más de lo que tenemos ahora, siempre nos va a traer la infelicidad. Y este es otro punto a mi favor, ahora que vuelvo a aceptar que únicamente he tenido dos cosas, como dice mi hermana, (que nació un jueves): nada y pura chingada.


Total, no va a cambiar algo en el mundo cuando la mayoría de nosotros se vaya en definitiva, y esto sí es algo que deba impresionarnos de ese tipo muerte. 

2 comentarios:

  1. Sin duda los mapas mentales que tenemos y a veces pensamos es la realidad, nos distraen y hacen que bajemos la guardia, cuando en realidad no son más que mapas creados conforme a nuestras vivencias y experiencias, por eso nos es difícil a veces comprender los mapas que han trazado otras personas. Y es hasta cuando podemos ver desde su perspectiva cuando en verdad nos damos cuenta, que después de todo no estaban tan equivocados como pensábamos.

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    1. Definitivamente, vivimos con pensamientos un poco primitivos y heredados. Le permitimos a otros enseñarnos en qué consiste la vida y cómo debemos relacionarnos con otros, entre tantas cosas más. A la vida no le gusta ir a la casa de nadie, dice el instructor de fitness, nosotros tenemos que ir a tocarle la puerta.

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