miércoles, 1 de febrero de 2017

Esquirlas Parte I

La cantidad de cosas que he escuchado sobre ti y sobre mí últimamente me impresiona. Nada malo, quiero aclarar. Pasa que yo no recordé antes lo que cada quién dijo en presencia de otros.

Tú, por ejemplo, dijiste que serías el primero en hacerme ver si algo me hacía daño, empezando por ti mismo. Dijiste que yo no era el tipo de mujer que quisiera soportar el sufrimiento.

Yo, por mi parte, aseguré hace tiempo que el amor dura nada más dos años. Peores noticias: acá, al parecer, duró la mitad. 

Luego te recuerdo escribiéndome que  el amor no era suficiente como para que siguiéramos juntos. Y una semana antes de todo, en un conflicto cualquiera, el mensaje había sido que íbamos a resolver lo que viniera, porque siempre lo habíamos hecho.

Me pediste que me casara contigo, que lo único que hacía falta era ponerle fecha. Y luego, que tú no creías en el matrimonio, que me lo habías pedido porque creíste que era lo que seguía, que yo lo quería, como si me hicieras un favor, como si se tratara de darme gusto.

En definitiva, todo cambia. Cambió el hecho de que me había decidido a no tener una relación desechable. Y así cambió tu decisión de dedicarte sólo a ti si estábamos separados. 

Cambió mi deseo porque encontraras a alguien mejor que yo (después de mí), que me superara en todo, que te amara más, que se equivocara menos, que fuera mejor amiga de toda tu familia, que no te fastidiara con su risa, que fuera más inteligente, que fuera más bonita y menos rota. Se volvió resignación cuando vi que mi sucesora puede ser cualquiera que no haga tanto pleito.

Dejaron de gustarme las canciones que me hacían pensar en ti. Ahora las salto y escucho letras políticas, o alegres, o budistas. Continué al siguiente nivel del duelo, queriendo curarme. De nada sirve preocuparse por las cosas que ya pasaron. 

Y tal vez debí haberme dado cuenta a tiempo, pero como lo ves, tenía mucho que aprender porque no estaba despierta. Y quizá sea cierto que tú siempre fuiste así, y que me quedé mucho más de lo que debía la primera ocasión que concordamos en que ya se había acabado.

Pero cada vez que pienso que sin ti he tenido días felices (porque me propuse hace tiempo estar mejor para cuando me vieras otra vez), me pongo un poquito triste y fantaseo con compartirlos contigo. Aunque ahora sé que no me amas. Y no es tu culpa ni la mía. 

Quienes estuvieron antes de mí creyeron que yo iba a ser la última, porque conmigo habías cambiado. Sin embargo, eso no es el amor. El amor no nos hace sentir insatisfechos y enojados porque estamos convencidos de que fuimos obligados a ser otros que no somos. Y siento mucho que creas que por mí hiciste lo que no debías, que no fuera real tu voluntad por mejorar. 

Lo bueno es que, en definitiva, todo cambia. Y esto también va a cambiar. 

P.D. Anoche soñé contigo y no estaba durmiendo. 







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