Uno día como estos hablé con alguien que era más sencillo escribir desde la urgencia, desde la crisis, desde el desánimo, desde la insatisfacción, y especialmente, desde la tristeza.
Era cierto. Después de mi tormenta y con mi calma prestada, resultó casi imposible escribir tres líneas útiles, fuertes, con sentido, que dieran ganas de más. Es el precio literario que se paga por la estabilidad. ¿Qué ingrediente mejor que la mala racha emocional para curar la mala racha creativa?
Aunque sé muy bien que estoy muy lejos del título de quien escribe y nada le va a faltar al mundo si yo dejo de intentar escribir.
Por lo que hoy no me quedó otra cosa. Me dediqué a asegurarme de que no es imposible. No sería imposible verte por la ventana, caminando hacia acá, buscando verme. No lo sería tampoco escuchar que llamaras a la puerta para sentarte a platicar un rato conmigo.
No resulta tan difícil robarte unos minutos, no quedarme a la expectativa, no hablar sola de las cosas que a veces me preguntas, pero antes no me dejaste responder porque seguiste hablando.
Pensé que yo podría invitarte, que podría pedirte que te quedaras conmigo, que me eligieras a mí. Podría confesarte que nunca quise a alguien como a ti te quiero, que nunca tuve más paciencia y tú ni siquiera te atreviste a mentirme comprometiéndote con algo.
Sé perfectamente dónde encontrarte si me da por ir a buscar. Sé de qué manera. Sé cómo encontrarme contigo. Sé que tú también lo querrías, aunque obedeces menos a tus arrebatos que yo.
La mala o buena noticia, es que hoy ya no te esperé. Ya no supe más de ti, aunque quería en parte que quisieras volver a estar aquí. A pesar de seguir fantaseando con, como dice la canción, algo contigo. Esa firme decisión de ponerme fin (casi sin motivo clave) de forma repentina, me llevó a querer darte lo que nunca te había dado. Jamás quise que dejáramos de ser, definitivamente.
Así que estoy probando que puedo hacer lo que me pidas, que puedo cambiar lo que normalmente hago. Ya que quisiste que saliéramos del círculo en lugar de seguir viéndonos al frente, te despido. Como dije antes, me pesa no haber sabido que te tenía atrapado.
Y así concluí que a veces se está bien, tan bien, que se siente la obligación de hacer que algo esté mal, nada más por tener algo con tal de escribir.
Ojalá.
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