miércoles, 30 de noviembre de 2016

Las cosas que me duelen


  1. Que no veas que tuve motivos.
  2. Que sientas que te abandoné a ti.
  3. Que creas que voy a regresar para doblegarme.
  4. Que siempre haya dependido de ti.
  5. No haber tenido tu inteligencia para no necesitarte.
  6. Esperar que quieras estar conmigo, cuando ya me dijiste muy claro que no soy la persona que te hace falta.
  7. Que hayas esperado tanto tiempo para decírmelo.
  8. Que no confíes en mí.
  9. Que te hayas resistido a mejorar.
  10. Que me veas como la mala del cuento.
  11. Que me hayas engañado de tantas maneras.
  12. No dolerte.
  13. Que desde hace tiempo no me mires como antes, como si te maravillara.
  14. No saber qué viste en mí.
  15. Saber cuánto puedo ofrecerte y no quieras darle una oportunidad al cambio. (De ninguno de los dos)
  16. Haberte fallado cuando lo hice.
  17. Estar creciendo sin ti.
  18. No poder llorar ‘tranquilamente’, por miedo a que me vean sufrir.
  19. Haberme desprendido de más gente al desprenderme de ti.
  20. Haber reprobado este examen de la vida.
  21. Amarte.
  22. Amarte.
  23. Amarte.
  24. Amarte.
  25. Amarte.
  26. Amarte.
  27. Amarte.
  28. Amarte.
  29. Amarte.
  30. Amarte.
  31. Querer que me llames.
  32. Desear que desees estar BIEN conmigo.
  33. Estar somatizando.
  34. Ir a dormir y despertar sin ti.
  35. Imaginarme que tú ya vas a dormir y despiertas con alguien.
  36. Pensar de cuántas maneras te haces daño.
  37. Que no uses mis regalos.
  38. Saber que sólo de mí no te va a costar trabajo desapegarte y deshacerte de lo poco que haya dejado contigo.
  39. Haber escuchado que no sientas que hayas aprendido algo de mí.
  40. Saber que te pueda gustar quien soy, pero que no quieras que sea yo contigo.
  41. No poder celebrar contigo tu cumpleaños.
  42. No poder vivir diciembre contigo.
  43. Tenerle miedo a verte mientras quiero verte.
  44. Engañarme diciendo que entiendo que no estemos juntos.
  45. Revisar todo el tiempo si estás en línea, como el equivalente a verte de lejos.
  46. Tener tantos recuerdos de ti.
  47. Extrañar a tu hijo.
  48. Extrañarte.
  49. Que no me dejes hablar contigo.
  50. Imaginarme cómo va a ser cuando te vuelva a ver.
  51. Imaginarme que no te vuelva a ver.
  52. Sentir que no te parezco suficiente. A ti tampoco.
  53. Que me hayas alejado de ti y de lo que haces.
  54. Que me hayas hecho sentir que me lo merecía.
  55. No saber porqué estabas conmigo.
  56. Ver el esfuerzo de quienes me quieren por tratar de consolarme.
  57. Amarte.
  58. Amarte.
  59. Amarte.
  60. Amarte.
  61. Amarte.
  62. Amarte.
  63. Amarte.
  64. No querer más futuro sin ti, aunque sé que en algún momento tendré qué aceptarlo.
  65. No poder cantarte.
  66. No poder escribirte.
  67. No saber dibujarte.
  68. Ver tus fotos.
  69. Pensar que me vas a regresar lo que haya olvidado en tu casa.
  70. Sentirme como esas ex tuyas que me causan repulsión, buscándote, diciéndote que te extrañan, queriendo un poquito de tu atención.
  71. Saber que me tratas exactamente igual que a ellas, a pesar de haber sido diferente.
  72. No poder avanzar.
  73. Sospechar que mi familia está resentida contigo.
  74. Imaginarme que tu familia se puede resentir conmigo.
  75. Que no hayamos bailado más.
  76. No poder llorar de noche (cuando más te extraño), por no querer levantarme con los párpados hinchados.
  77. Que no me funcione tu remedio para quitar los párpados hinchados.
  78. No poder hablar de otro tema que no te incluya.
  79. Sentir que no creías en mí.
  80. Que no hayamos estado diez años juntos.
  81. Que hayas sentido que no te apoyaba.
  82. Que le hayamos dado la razón a las personas que sintieron que tú y yo no íbamos a durar.
  83. La cabeza, de pensar en ti.
  84. Escucharte diferente en el teléfono.
  85. Ser nómada.
  86. No tener nada más.
  87. Estar enojada con la vida.
  88. Que no me dejaras cuidarte, más de una vez.
  89. Saber que me puedes requerir.
  90. Saber que amas mucho más a tu orgullo.
  91. Amarte.
  92. Amarte.
  93. Amarte.
  94. Amarte.
  95. Amarte.
  96. Amarte.
  97. Amarte.
  98. Amarte.
  99. Amarte.
  100. Que me hayas bloqueado.
  101. Que sigas discutiendo conmigo.
  102. Hablar de ti en todas las sesiones de terapia.
  103. Pensar en ti en todo lo que hago.
  104. El último beso que nos dimos, cuando llegaste del trabajo, antes de cenar, antes de explotar conmigo.
  105. La perra vida sin ti.
  106. Extrañar hacerte reír.
  107. Recordar la última vez que me dijiste que me amabas.
  108. Extrañar los sobrenombres que me diste.
  109. Haber sido infeliz al mismo tiempo.
  110. Saber que puse todo lo que me fue posible.
  111. No haberte conocido en otro momento, cuando los dos estuviéramos completos, maduros y listos.
  112. Que no vayas a ver en qué me convierto.
  113. Estar tentada a ir a buscarte.
  114. Ser otro nombre (que ya tenías) en tu lista.
  115. Que no hicieras por mí lo que yo sin dudar hice por ti.
  116. Pensar en la gente que sólo va a conocer tu versión.
  117. Saber que soy la persona correcta para ti y que no aceptas.
  118. Haber sentido hace mucho tiempo que yo tampoco te hacía feliz.
  119. Escuchar las canciones que me hacían pensar en ti de buenas maneras.
  120. Ver en el espejo los ojos que lloran.
  121. No poder abrazarte.
  122. Necesitarte.
  123. Necesitarte.
  124. Necesitarte.
  125. Necesitarte.
  126. Necesitarte.
  127. Necesitarte.
  128. Necesitarte.
  129. Creer que a ti no te duele tanto.
  130. No poder dormir tres meses.
  131. Haber predicho la fecha en que ya no iba a estar contigo, cuando desee que tales personas no me encontraran en tu casa.
  132. Que no te hayas casado conmigo.
  133. No poder escribir más de tres líneas sin llorar.
  134. No saber cómo estás.
  135. Leer las cosas que escribiste cuando no estabas conmigo.
  136. No haber sido otra mujer, que sí pudiera tenerte.
  137. Que no me aceptes como soy.
  138. Haber creído las cosas malas que decías de mí.
  139. Haberte enseñado tanto tiempo mi tristeza.
  140. No poder hacerte el almuerzo.
  141. No querer ir a lugares donde pueda encontrarte.
  142. Que no quieras estar con una persona que sea feliz individualmente, desde antes.
  143. Estar rota.
  144. Que ya no seas mi amigo más cercano.
  145. No poder despertar de un sueño de ataque de risa y platicártelo.
  146. No poder dormir en tu sala contigo al lado.
  147. Pensar que si hubiéramos terminado antes (mucho tiempo antes), tal vez en este momento ya estaría bien.
  148. Esperarte.
  149. Esperarte.
  150. Esperarte.
  151. Esperarte.
  152. Esperarte.
  153. Esperarte.
  154. Esperarte.
  155. Esperarte.
  156. No poder recordar tu perfume.
  157. Extrañar a tus amigos.
  158. Extrañar escandalizar a la gente que nos veía juntos.
  159. Carecer de fuerza para hacer más cosas, para sublimar lo que siento ahora.
  160. Que me hayas traicionado.
  161. Tener también recuerdos frecuentes de ti con otra gente.
  162. Tener que buscar excusas para saber de ti.
  163. Estar cerca de tu casa y de pronto pensar: ‘hasta hace muy poquito yo vivía aquí’.
  164. Que nunca lloraras por mí, como yo por ti.
  165. Saber que también hay cosas que te duelen.
  166. Extrañar ver cómo tomabas cosas de mí, escucharte usar mis palabras, hacer mis modos, cantar mis canciones.
  167. Ser tu fan número uno.
  168. Saber qué es lo que vas a responder cuando alguien más te pregunta cualquier cosa sobre ti.
  169. No haber sido capaz de entender más fácilmente qué era lo que querías, cuál era tu intención.
  170. Extrañar a tus gatas.
  171. No haber podido invitarte a vivir conmigo, con ellas y dos perros.
  172. No recibir tu abrazo cuando una pesadilla me hace sufrir.
  173. No poder decirte instantáneamente cuánto he aprendido, qué cosas he visto, qué me hizo reír.
  174. Que me digan que ya pasará.
  175. Querer buscarte y que no me busques.
  176. Considerarte el amor de mi vida.
  177. Que no puedas estar orgulloso de mí.
  178. Que ya no vea el día en que pudiera sentarme a hablar contigo para decirte: ‘¡Viste que sí pudimos con todo!’
  179. No poder llorar de la risa contigo.
  180. Que no me pidas ya que me quede a dormir contigo.
  181. Que ya no nos vean juntos.
  182. Sentir, en parte, que ya es imposible.
  183. No poder dejar mi dolor en tus brazos.
  184. Amarte.
  185. Extrañarte.
  186. Necesitarte.
  187. Buscarte.
  188. Amarte.
  189. Extrañarte.
  190. Necesitarte.
  191. Buscarte.
  192. Que no vayas a viajar conmigo a donde nunca hayas viajado.
  193. Morirme de nostalgia.
  194. Ser un sonido en tu celular mientras me ignoras.
  195. No poder decirte cosas bonitas.
  196. Estar con lo de adentro hacia afuera.
  197. Ser, como dice el libro, un corazón que va caminando a ciegas y chocando contra todo.
  198. No ser, como dice la canción, el vaso donde bebes ni besar tu boca azucarada.
  199. Que no creas que te puedo hacer feliz.
  200. Estar segura de que tú y yo estamos hechos para estar juntos.
  201. Que ahora quieras ser un montón de letras, otra voz en el teléfono y nada más.
  202. Haberte colgado en el perchero mis complejos.
  203. Que estés harto de mí.
  204. Que no creas en la igualdad de condiciones.
  205. Perderme de lo bueno que eres, porque no eres quien te crees, sino todo lo contrario: un hombre bueno, cálido e inteligente. No el demonio que te gusta.
  206. Que no veas que lo que te pedí es lo que cualquier relación necesita.
  207. Que quieras ahora ser mi salvador.
  208. Que me hayas dicho que estar conmigo había sido una locura.
  209. Sentir que quieres que mantengamos una amistad después de haber terminado. Porque claro, así es con todas las demás.
  210. Resignarme a llamarte por tu nombre.
  211. Que dijeras que terminar ‘ya era lo que seguía’, como si tú les pusieras fecha de caducidad a las relaciones.
  212. Pesar menos que otra gente.
  213. Que no prefieras (como yo) estar siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre, siempre conmigo.
  214. Amarte.
  215. Amarte.
  216. Amarte.
  217. Amarte.
  218. Amarte.
  219. Amarte.
  220. Amarte.
  221. Que me trataras como niña.
  222. Que creas que porque tengo la edad que tengo, no puedo tener la razón.
  223. Que actúes con tanta indiferencia.
  224. Tener ganas de llorar cuando me acabo de reír.
  225. Hacerme reír sola.
  226. Que tengamos ideas tan diferentes de lo que es el amor.
  227. Haberte tenido paciencia cuando vi que me mentiste. Y cuando se invirtieron los lugares, tú me castigaste.
  228. Sentirme como idiota. Por más que odie ese tipo de palabras.
  229. Tu dictadura.
  230. Elegirte a ti, sobre todas las cosas.
  231. Pensar en las veces que has sido tan crudo conmigo.
  232. Haberte visto llorar cuando dije algo que te hizo daño, que no era sobre nosotros, sino sobre ti.
  233. Haberme preocupado por lo que pensaras de mí si te decía todo lo que me ha pasado.
  234. Haberme esforzado tanto y que lo único que veas es que te dejé.
  235. Que tú me hayas dejado antes, muchas veces, de muchas maneras.
  236. Aferrarme a ti.
  237. Que no quieras tener la mejor versión de mí contigo.
  238. Que no leas lo que te escribo.
  239. No hacer lo que sé que debo.
  240. Envidiar a la gente que puede verte todos los días.
  241. Recordar los momentos exactos en que me enamoré de ti.
  242. Tu rechazo.
  243. Mi falta de intuición.
  244. Que haya durado tan poco.
  245. La lucha por no ser la misma persona que se fue, querer que no me encuentres igual.
  246. Tener casi nada.
  247. Ser tan ingenua.
  248. Ser tan frágil.
  249. Ser tan derrotista.
  250. Ser tan negativa.
  251. No ser de ti.
  252. Ya no poder asomarme a tu ventana.
  253. Los ataques de celos.
  254. Los ataques de ansiedad.
  255. Amarte.
  256. Amarte.
  257. Amarte.
  258. Amarte.
  259. Amarte.
  260. Amarte.
  261. Amarte.
  262. Amarte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Las cartas

Sentarme a la mesa 
contigo es tomar de nuevo 
las cartas, apostar todo 
lo que tengo a un 
juego que sé que 
siempre voy a perder.


Es ver –sin querer ver- 
que te vas sin 
mí a la nada; 
subir peldaños huecos 
de una escalera roída. 


Es atarme una cuerda 
al cuello, una cuerda 
que no cuelga de otro extremo, 
que sólo se arrastra.



Correr a buscarte 
es tan útil como hablar 
con espejismos, 
con alucinaciones 
que me dicen 
que en realidad nunca 
tuve nada. 






sábado, 26 de noviembre de 2016

Viernes de diario

Hablamos en la tarde. No habíamos hablado, no recuerdo si desde el miércoles o el jueves. Tenemos cerca de un mes acostumbrándonos a hablar lo menos posible. Le cuesta menos, porque yo me aburro más, y me da por buscarlo, por tener algo qué hacer los próximos dos minutos.


Últimamente también está ocupado la mayor parte del día, los 7 días de la semana. Me cancela citas y no me llama. Al parecer tenemos percepciones muy extrañas sobre las relaciones románticas. Cuando no está ocupado en trabajos que no conozco, y de los que no me habla, está dormido.
Le pedí que nos viéramos el sábado, quería hablar con él. Quería disculparme por ser tan pain in the ass, los últimos no-me-acuerdo-cuántos meses que llevo histérica, desesperada y aburrida, probablemente desquitándome con él de manera exagerada.


Si tuve algún otro motivo para querer verlo, no lo recuerdo por el momento. Me dijo que me iba a llamar más tarde desde su nuevo número para que lo guardara, y que me iba a confirmar los detalles de la reunión del día siguiente. Me llamó con ese otro número. Se portó muy cariñoso como para no haber hablado conmigo en todo el día hasta esas horas. Le regresé el afecto, aunque dudo que lo haya sentido tal como lo dije. Pienso que le he respondido por inercia al mensaje de “Te amo”. No es que no lo ame, es que en este momento no me nace decirlo, porque estoy desmotivada sobre esta relación. 


Pues no. Se supone que por la mañana podré saber dónde y cuándo voy a verlo. Como no estoy en mi casa, me preparé por la tarde de hoy con ropa bonita en la maleta en caso de que aceptara vernos. Me vendría muy bien tener un compromiso en el proceso, para hacerme la desentendida, en caso de que no suceda. Ojalá.


Creo que había estado bebiendo este viernes. Él no me llamó en la mañana. Le llamé antes de las 12:00. Estaba dormido. Le pregunté si nos íbamos a ver y dijo que no, “porque no”. Obviamente estaba fastidiado de tener que escucharme quejándome de su retorcida mentalidad que se divierte torturándome con tonterías.


El es imposible. Es el tercero, el cuarto, el quinto, el enésimo fin de semana que se rehúsa a verme en lo que va del año, que por cierto, ya casi se acaba. Le volví a llamar, tratando de no llorar de coraje para que no me viera nadie. No me respondió. Le llamé unas 15 veces, y no contestó ni por curiosidad, ni por escuchar otra vez el discurso que ya se sabe, sólo por no llevarme la contraria y porque prefiere disponerse a seguir durmiendo. 


Le mandé una cantidad de mensajes al celular que no conté, explicándole que hubiera preferido despedir nuestro lazo turbulento de manera oficial y sana, que me permitiera sentirme tranquila sobre mi decisión de aceptar de una buena vez que probablemente nunca tuvimos futuro juntos. 


Ahora mismo yo no tengo más certeza que tumbarme en la cama con la derrota tirando de mis piernas, a ver si los días ya yan avanzado. Y veo con terror que el viernes sigue siendo viernes, y las tardes siguen, aciagas, un lento camino sobre el empedrado. Y el reloj se niega a andar, descompuesto, con las manecillas reafirmando varias veces los segundos.


Claro está que nadie me había advertido de no poner los ojos sobre cierto hombre, por considerarlo indefenso, intachable, inamovible, de ningún principio cuestionable. Nadie mue hubiera consolado. No siempre se puede defender lo indefendible. Cada quién sabe cómo se mata. 


Cuentan que el tiempo corre, que todo pasa. Y si puedo dejar mi estado de sueño interrumpido, como de quien deambula dormido o acaba de recibir la noticia de su muerte próxima, no hago más que imaginarme en un cuarto, en un café, en un viaje, en un diluvio, de su mano, bajo sus lágrimas, bajo su abrazo. Pienso siempre en volver a encontrarlo casi por casualidad, sin importar el mundo alterno.


Pronto puedo de pertenecer aquí, abrazando el aire, hablando sola, desconectada de quienes continúan atados a la realidad en la que creen. Pronto puedo dejar de esperar ser amada de vuelta y preferir envolverme en un manto de paralelismo, en el que duela menos la usencia. 


No hay más qué hacer. Los anagramas no pueden sentir. Las epifanías no alimentan. El amor no revive. Los amigos no soportan, después de un tiempo. Los recuerdos no dan fuerza. Mucho se puede discutir la acción de desconectarse, de no afrontar las verdades que nos acechan ante todas las caídas. 


El caso es que después de cierto punto, volver a ser habitante del mundo, después de ser habitante de un mundo infra-realista resulta imposible. “¿Qué le vas a preguntar a un tigre, que por qué tiene rayas?” “¿Quieres seguir aquí, conversando?” “¿Por qué no quieres quedarte a dormir conmigo?” 


En fin. La vida cíclica es lo que me ocurre.





miércoles, 23 de noviembre de 2016

Todavía

¿Por qué no te he encontrado todavía?

Me despierto a horas muy distintas de la mañana, acelero o alargo la rutina para adaptarme a tu minutero. Aplazo el desayuno y los arreglos femeninos para conseguir un encuentro –supuestamente accidental de mi parte- contigo.

Estoy pendiente siempre de cada número, paso, puerta, escalón y avenida que cruzo en mi trayecto. Trabajo algunas horas, a todo instante contigo en la mente. A veces siete, a veces ocho y algunas otras menos; con ‘suerte’ llega la hora de salida y para mí han pasado apenas unos diez minutos.

¿Y qué me ata, a qué se debe esta inexactitud universal? ¿Por qué no te he visto, de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, de cualquier punto de esta ciudad hasta donde no haya más horizonte conocido por mis ojos?


Quisiera aparecieras pronto por estas calles de mi infancia y de mi vida; que me dejes verte sin que nadie se dé cuenta. 


Déjame conseguir de ti otro par de palabras, observarte a través de los espejos de la distancia, de la lejanía de ser conocidos ocasionales, sólo varias veces al mes.





domingo, 20 de noviembre de 2016

Mala fama

No me trajo a 
ti mi mala fama, 
ni mi temerosa 
consciencia. 


No me guiaron a ti mis huecos 
existenciales y ni siquiera 
la misma soledad del otoño


Fuimos resultado
accidental de la intersección 
interesada prevista 
en silencio


Estamos uno 
frente al otro, ofreciendo la mitad, 
un trato incompleto.
Esto 
Todo y nada


¿Cómo voy a negarme 
de manera rotunda 
a concebir un espacio de vida 
tomado de tus manos? 


¿Cómo se espera 
que no vea la perfección 
implícita en todo 
lo que eres? 


¿Cómo seguir en 
este camino de derrumbes, 
y saber que no estarás 
al final de mis derrotas, 
tendiéndome los brazos 
en mi última sonrisa?




Porque no hay nada, 
desgraciadamente, 
que nos cubra la boca 
al momento de armar a los verdugos 
con la señal de la hoz, 
diciéndoles 
un fatídico “te amo”.  


sábado, 19 de noviembre de 2016

Volveremos a vernos

Volveremos a vernos. Aunque no quiera, aunque se posponga, aunque ajuste mi vida de manera contraria a tu agenda.


Me enamoré de ti sin problemas, sin resistencias. Era obvio. Inevitable. Puede ser que me guste sabotearme, proponerme lograr para mí lo que hace daño, lo que sé que no debo tener. Tal vez busco a quien vaya a rechazarme.


La pura perfección. Tú eras la perfección, dijeras lo que dijeras. Eras tan perfecto que aterrorizabas, que dolías, que embriagabas y causabas adicción, ganas de arrancarse la realidad; ‘tanto, que me haces despertar a deshoras sólo para seguir pensando en ti.’


Resultó fácil aceptar que vale más terminar ahora, antes de empezar en ámbitos peores, antes de pedir explicaciones, de continuar con la obsesión de ponerle nombre a lo que sea que tengamos. 



Hay que reconocer que estoy en un buen momento para girar sobre los pies y caminar de la mano del hombre más cercano en la calle, sabiendo que voy sin destino, sin intención más que alejarme del inmediato anterior.


Volveré a hundirme en tu pecho, a enredarme en tus piernas, a besarte los pies, a guardarme en tu boca, a apoyarme en tu cabello, a tomarte las manos. 


Porque, ¿cómo iban a pedirle a esta mujer tan remendada que no cayera a tu regazo? ¿Cómo evitar el precipicio de sentirse embriagado de nubes de imposible? 



Desearte tanto a ti, como nunca, o como siempre, dependiendo del grado de embrutecimiento que el amor haya causado a estas alturas. “No se puede separar el amor del deseo”. "Y yo también me estoy enamorando de ti". 


Ay, ajá.



No sé cuándo, no sé dónde, ni porqué, o en qué condiciones, pero seguro es que volveremos a vernos. Y eso debería, por el momento, darme calma.



Un poquito más (Definición)

Yo sé bien que nos cuesta trabajo encontrar el extremo donde empezamos, donde somos, donde dejamos de ser, donde nos dividimos. Y la verdad, es que la definición de mi persona se puede resumir a lo siguiente, si se entiende en qué consiste una enredadera, de las casas de las viejas, o un alambre de púas hecho rollo, o un teclado de ordenador en chino.


Soy claramente un desastre, y si me viera de fuera, como lo hacen otros (como lo haces tú), tampoco me gustaría estar conmigo. Han pasado sobre mí, lentos como ellos solos, diciembre, enero y febrero,  de la mano de la soledad, el fracaso, el desempleo, y claro, la depresión. Mi peor época, desde que nací. Quiero decir, que desde que nací empezó la mala racha.


Debo a aquél inicio mortal todo lo que destruyo hoy en día, a mis traumas, tropiezos, supuestos triunfos, el pie sobre la cabeza de la serpiente. 

Hay que agradecer a ese pequeño problema mental contra la existencia con el que me encaré tan joven, que sigue sin ser reparado; agradecer por hacer de mí una fulana nacida a los treinta años –no porque a los 30 haya abierto los ojos a los menesteres y pecados mundanos más fascinantes,  sino por ser incapaz de acoplarse a la era en curso, de conversar auténticamente y sin preocupaciones con el resto de los individuos que se alega nacieron en el mismo año, 1994: asalta-tumbas masculinas, antisocial, infeliz e incomprendida.


No creo tener un talento especial, lo único que hago con maestría es verle el lado malo a todo, molestarme –en silencios- por pequeñeces, ver a la mayoría como seres estúpidos, poder responder a una ofensa con mayor poder, profundidad y rapidez que el promedio, y desinteresarme por todo lo que hago.


Te prometo que a veces no sé por qué me enamoré de ti, sólo sé, en los mejores días, que eres un tipo muy lindo, tierno, que me gusta ver y hacer reír, que me puede rescatar de mí, que me encanta que me presione contra su pecho, que sólo tú y yo conocemos tan bien. Y probablemente yo mejor que tú. 


Eres el hombre con tanta experiencia en féminas (no importa cuántas al año o al lustro); una importante cantidad de mujeres te pasaron por las manos y la cama.  

El efecto en mí no es tan grave, yo sólo comprimo la mandíbula y contengo unas lágrimas de coraje que se me asoman por los ojos, cuando nadie me ve. ¿Por qué no nací antes, por qué no te conocí mucho antes? 


Yo vendería mi alma, incluyendo  lo poco que tengo –porque no tiene caso que se quede en este mundo ocupando espacio, a menos que se quede en una venta de garaje- por ser la mujer que te quitara la inocencia, ya entrado a la segunda década, y quien se quedara contigo hasta estos días, en los que pasas los 'cuarentaitantos'. Esto es lo que más deseo la mayor parte del día, unas 3 o 4 veces por semana.


Y sí, el resto del tiempo pienso en algunos otros hombres, pero no consigo mirarlos como a ti, y tengo que comprimir más la mandíbula, porque me siento como en una de mis pesadillas recurrentes, en las que estoy atrapada en 40 cm de concreto y tengo que arrastrarme por un camino interminable para seguir respirando, si es que consigo extender un poquito más el tórax.


Probablemente desde que estoy contigo, desde que tuve que aprender a vivir todos los días mezclados de rabia y aturdimiento de enamorada, me gusta observar, por lo menos, a una decena de hombres de mi agrado, y hago planes e historias ligeramente (muy ligeramente) eróticas, sobre robarles un beso con lengua, o yo qué sé, decirles, por lo bajo, que me encantan (de manera individual, claro).


Tal vez los desee a ellos porque te deseo a ti, y mientras te encuentras ausente, te sustituyo por hombres que es obvio, nunca han de voltear a verme de la misma forma. De paso te aseguro que entre esa decena no se encuentra nadie que conozcas, y nadie del pasado. Jurado y escupido. Te sustituyo como sustituimos, inconscientemente, el calor humano por el agua caliente en la regadera, aún en verano las personas solitarias.


Como te he dicho antes, te odio, probablemente con la misma intensidad con la que te amo. Te odio porque te amo.


Te odio porque te necesito. Te odio porque no te puedo causar los mismos estragos que tú me causas, cuando me demuestras que puedes vivir perfectamente sin saber de mí, sin estar seguro de que sigo viva, que no he cumplido todavía con mis planes suicidas en medio de la tristeza de todos los días. Te odio porque no me entiendes, porque me mientes y yo sé cuándo lo haces.


Te odio porque eres adicto a las ocupaciones, y muy pocas ocasiones yo resulto ser más importante que un archivo, una nota o una lista de pendientes por revisar. Te odio porque no me puedo deshacer de ti, y porque no pudiste (nunca, en todo lo que llevamos de conocernos/querernos/dejar de querernos/salir los fines de semana/decir que somos pareja) casarte conmigo.


Te odio por las condiciones en las que nos conocimos, porque no te ríes más. Te odio porque desde que estoy contigo dejé de escribir, y de interesarme (porque me interesaba) en mí. Te odio porque yo sé cómo miras a cuanta mujer pasa por enfrente, y por tu visión poptical destinada a los escotes.


Te odio porque me debes una suma importante de cosas pendientes, que me hacen pensar que tú no quieres nada más que tu comodidad en este mundo, pero no te esfuerzas por demostrarte más cariño a ti mismo, y te sigues viendo la cara, como si no hubiera pasado ni un solo día desde que supiste que algo no estaba bien en ti.


Te odio porque tengo más razones para encontrarte repulsivo, y sin embargo te odio porque no puedo dejar de quererte. Y sí, también te odio por la expresión que consigues cuando tengo verborrea.


Hace mucho que pienso -alguna vez al mes- que ya no quiero seguir contigo, que estamos caminando en círculos. Y lo confirmo otra vez: no puedo alejarme de ti más de 5 horas. 


Necesito inspirarme en ti, necesito que me demuestres algo, cualquier cosa, pero que no se quede en “vamos a ponernos un tiempo de gracia”, “vamos a empezar cuando se acabe este periodo”, “ya sé que soy un desidioso, todo lo dejo para después”.




Por favor, quiéreme un poquito más. Porque te amo. 




Llueva tu nombre

Respiro todo de ti:
de tu pecho masculino bajo mi cabeza
a media tarde,
y de las preguntas que no me respondes


De las flores pálidas que llevas
por piel
y tu abrazo, como de un hijo,
buscando consuelo
en el seno materno


Quiero despertar a cualquier pausa
del día con tu boca en mi cuerpo
y  cubrirme de la noche con tu aliento
de hierbas mojadas de rocío


Vísteme otra vez con tu mirada,
niño mío,
la desnudez de mi vida te lo ruega


Lo siento en el esternón, en las pupilas,
y en el chasis de esta esclava tuya,
vago y a rastras


Te inhalo más cada camino,
con todo –mucho o poco-
lo que parte de mí


Te quiero tanto, y no lo sabes,
que deseo vivir y morir
llamándote a mi lado


Por eso quédate conmigo, 
el tiempo que me reste,
para que Dios me conceda
que llueva tu nombre.






Archivo del blog