domingo, 27 de diciembre de 2020

Que llueva

Vivo para acariciar con la lengua tu nombre.

Para dejar correr, una a una,

las letras que te llaman con cálidos gemidos.


Despierto mordiendo con los labios

una voz creada para hablarte.

A ti y a nadie más.

A ti y a nada más.


Los pasos, los chasquidos,

las brasas, las sirenas, las alarmas, el río de hambre,

los sueños de los días cantan 

el acorde agudo y rebosante

que compartes con millones.


Pero ese nombre es tuyo. 

Pero este gusto es mío.





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