Por buscar en lo claramente inhóspito ahora también me lo tengo merecido. Al menos esta vez puedo dejar de esperar que tú, igual que yo, quieras encontrarme.
Quizá ese sea el premio por haber sucumbido: la certeza.
sábado, 28 de marzo de 2020
miércoles, 4 de marzo de 2020
Más
En otro tiempo no hubiera hecho uso de los confesores, de los amigos deseosos de dar consejos, de las horas de supuesto insomnio voluntario que no era más que recreo de la crisis existencial.
En otro
tiempo no me hubiera hecho falta obligarme a ir a terapia y escucharme hablar
de mi infiernito. En otro tiempo me hubiera hecho inmune.
Al menos
es lo que prefiero creer. Y tal vez ni en el mejor de los escenarios hubiese
sido capaz de escapar de ti.
Yo no sé
de alguien que no se deshaga cuando recibe tal tentación, cuando le miran unos
ojos como los tuyos, que hacen creer que lo que ven les maravilla.
Claro
está que muchas veces dudé que las palabras más lindas que decías se inspiraran
en mí, porque de pronto veo que quienes llegamos a figurar en tu historial,
hasta cierto punto podríamos ser el resultado de una producción en serie.
Total, ¿cuántas diferencias hay entre quienes me antecedieron y yo?
No sabes
cuántas veces me he encontrado llorando y de rodillas con la desesperación al
yugo, pensando que en efecto no te he enseñado nada nuevo, nada bueno, nada que
haga verdadera esa presunta admiración de tu parte.
Pero en
mis condiciones, ¿qué puedo enseñarle a alguien que ya lo sabe, ya lo tuvo, ya
lo vio, ya lo amó todo?
¿Cuándo
sabré qué es lo que soy en esto, cuándo habré sido más, mucho más que
cualquiera que tuvo ya su sueño en tu cama? ¿Cuándo veré en qué termina este
trabajo de seducción constrictora que has empleado desde el primer café?
Y hasta
hoy, nueve meses, dos semanas, tres días, veintidós horas, cuarentaisés minutos
y tantas peleas después, sigo defendiendo mi derecho a encontrar la manera de
revertir las decisiones que aquí me tienen, que me obligan a garabatear con violencia
sobre tus recuerdos en un intento absurdo por hacerte más de mí.
La verdad
es que probablemente nunca lo logre, que nunca llegue a ser tan permanente, tan
cabal.
Quizá no
pase de ser un "on&off" sentimental que te acose (todavía) haciéndote las mismas preguntas: “¿me quieres? ¿Ya me quieres? ¿Me quieres? ¿Ahora me quieres? ¿Para
mañana me vas a querer?”
Últimamente
me siento al final de la escalera y frente a tu puerta a esperar que llegues
(ojalá no de otros brazos), mientras me digo que hay dos cosas que no me
explico.
La
primera es que (para lo peculiar) tú y yo seamos el clásico caso del roto para
el descosido, que al menos por instantes aún me elijas a mí.
La
segunda es que, después de que hayamos visto ambos qué tan fácil te entrego y perdono, no hayas aprendido.
Con
completa sinceridad que no lo creo. Y no lo creo porque ese 'otro tiempo' no me
llegaría, como nunca llegó. Lo único que llegó fue la cuenta de lo dañado por un animal en la cristalería
Y yo vine a reconocerte que en esta vida tú sí mandas, a alimentarte el ego y a
jurarme contigo. Vine a amarte más.
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